Abran puertas y ventanas para la nueva normalidad de la inclusión financiera

Hace varios años, me tocó dirigir un programa para el desarrollo humano en comunidades  indígenas y  rurales en condición de extrema pobreza y en situación de post conflicto; se  trataba  de  implementar,  con  perspectiva  de  género  y  perspectiva  intercultural,  un  Programa  de  Naciones  Unidas  con  suficientes  recursos  y  con  un  equipo  profesional  de  muy  buen  nivel.   Después  de  un  recorrido  de  seis  semanas en  la  zona  del  programa en  donde tuvimos la oportunidad de ver y vivir la  realidad de la pobreza y del conflicto,  se  nos  ocurrió,  con  una  Universidad  local  hacer  un  estudio  participativo,  casi  doméstico,  sobre  “Los  términos  de  intercambio económico en  la  zona  del  Programa”,  para  ver  qué  estrategia podíamos construir para que el programa  tuviera los  resultados esperados: la  seguridad alimentaria, la resolución de conflictos y la gobernanza. 

Los resultados del estudio fueron sorprendentes, lo primero: no había dinero circulante, la  economía se basaba en el  trueque, pero el  trueque era asombroso, 6 quesos por medio  kilo de sal, 9 quesos por una botella pequeña de aceite, 3 quesos por un jabón de lavar y 4  quesos por medio kilo de azúcar.  Esa era la proporción, de la misma manera se cambiaba  3 kilos de frijol por un cuarto de sal, etc., etc. 

Si,  la  pobreza  es  carísima  no  solamente  por  los  términos  del  intercambio sino  porque  todos  los  productos  necesarios  eran  escasos,  por  los  costos  de  transporte,  seguridad  y  sobre todo por los sobreprecios del abuso del comercio.   

Este  proceso  nos  llevó  a  comprender  mejor, el  significado,  el  uso,  el  manejo  y  la  complejidad que tienen los recursos financieros en las comunidades rurales. 

El dinero es uno de los bienes más escasos en el territorio de la pobreza y eso lo hace de  muy difícil manejo. 

Además  de  valorar  e  identificar  el  rol  del  dinero  en  la  vida  comunitaria,  tuvimos  el  privilegio  de  descubrir  las  prácticas,  los  conocimientos  y  las  capacidades  con  que  las  mujeres y los  hombres  de esas  comunidades enfrentaban  sus  necesidades y articulaban  sus estrategias de sobrevivencia. 

Las comunidades rurales, que viven en las mismas condiciones aquí descritas, constituyen  la población objetivo del ámbito de la inclusión financiera, sin embargo para las empresas  o  instituciones  financieras,  no  son  visibles  en  los  procesos  y  programas  de  las  finanzas  populares,  debido  a  que  su mirada  y  nuestra  atención está  puesta en  el  dinero,  en  los  montos, en las tasas, en los plazos, en el retorno, en la morosidad y en las dificultades que  implica  la  dispersión  del  dinero,  etc.,  cuando  mucho  miramos  al  personal  técnico  que  dispersa las finanzas, pero no vemos más allá. 

Aun sin mirar a las personas, sí se sabe que las mujeres son mejores administradoras, son  mejores pagadoras y pueden ser mejores clientas, y entonces los recursos se depositan en  las manos de las mujeres. Las miramos como el medio para cumplir el fin, la rentabilidad  financiera; pero lo que no vemos son a las mujeres mismas, sus aportes, sus capacidades y  las condiciones con que acceden o no a los recursos financieros. 

Fueron  las  capacidades  de  las  mujeres  y  sobre  todo  su  atrevimiento  las  que  hicieron  posible que, en 2006, Muhammad Yunus recibiera el Premio Nobel de la Paz, creador de  los microcréditos y del Banco de los Pobres.  Puso mínimos recursos en las manos de las  mujeres y los resultados tuvieron un impacto universal. 

Las “microfinanzas” como un instrumento eficaz para abatir la pobreza. 

Se  extendió  la  iniciativa  por  todo  el  planeta  y  en  México,  como  en  muchos  países  de  América Latina, abrió un espacio propio de actividad económica con buenos resultados. 

México  es,  actualmente,  un  espacio  de  profundos  cambios,  cambios  que  esperamos  sirvan para transformar y mejorar, los injustos términos del intercambio económico, que  se dan en el marco de las profundas desigualdades que han empobrecido a la ciudadanía,  a las instituciones, al sector privado y al sector financiero, es decir que han empobrecido  al país. 

Es momento de cambiar, es momento de innovar, es momento de mirar desde otro lugar  la  inclusión  financiera, es momento  de mirar  lo  que  funciona,  de mirar  no  las  carencias  sino las potencialidades de todas las instituciones y personas actoras del desarrollo. 

Innovar mirando lo que ha sido invisible, las personas y sus derechos económicos, conocer  y  reconocer los conocimientos, los  saberes y las potencialidades de las mujeres y de los  hombres en las comunidades, en los municipios y en las localidades. 

Abrir  las  puertas  y  las  ventanas  para  que  entren  nuevos  aires,  y  para que  tengamos  además del preciso conocimiento del mercado financiero y sus variables, el conocimiento  de las personas, sus capacidades, sus necesidades y sobre  todo su potencial individual y  colectivo.    Es  momento  de  diseñar  nuevos  productos  financieros  y salir  de  lo  pequeño  para  desarrollar:  en  lugar  de  “microfinanzas”  inclusión  financiera,  en  lugar  de  “beneficiarias  y  beneficiarios”  socias  y socios.    Es  momento  de  mirar  más  lejos:  ya  conocemos  los  créditos,  los  montos,  las  tasas,  los  plazos,  la  mora,  los  pagos; 

complementemos nuestros conocimientos con los perfiles de las  socias y los  socios, con  sus  capacidades,  con  sus  expectativas,  con  sus  potencialidades, con  los  procesos  individuales,  los  procesos  colectivos  del  emprendimiento.    Poner  a  las  personas  en  el  centro de la política de negocio y encontrar con esas personas, con todas, las mujeres, los  hombres, las y los jóvenes, las personas adultas mayores, encontrar con ellas la forma de  reducir los costos operativos y maximizar los beneficios para toda la cadena de trabajo. 

Mirar,  conocer,  reconocer,  escuchar  y  pensar  de  manera  conjunta  para  enfrentar  los  obstáculos  que  se  avecinan,  para  recuperar  los  logros  alcanzados  y  para  consolidar  la  esperanza  de  que  otra  vez  la  “Inclusión  Financiera”  sea  un  elemento positivo  en  la  construcción de un nuevo modelo de desarrollo, sano e incluyente.


Cecilia AguilarInmujeres

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